Durante estos días de incertidumbre por la Pandemia del COVID-19, muchas de las actividades que antes se realizaban con total normalidad están cambiando o están siendo prohibidas hasta que la situación sea menos adversa. Con el verano a la vuelta de la esquina, es inevitable preguntarse si acciones tan cotidianas como acudir con amigos o familia a una piscina municipal se pueden convertir en un riesgo para la salud.
La apertura de las piscinas de los ayuntamientos o de gestión privada sigue siendo una incógnita. Abril y mayo son los meses con mayor carga de trabajo para las empresas de mantenimiento de piscinas, Un sector que desconoce qué ocurrirá en verano.
El problema de transmisión no tiene que ver con el agua. Son muchos los expertos que señalan que los desinfectantes normales que se aplican al agua de las piscinas bastan para eliminar de ellas cualquier rastro de coronavirus. Tampoco habría problemas de contaminación en los ríos y, en general, en todas las aguas depuradas.
El punto más crítico en la protección de la salud, viene de la necesidad de que los usuarios puedan mantener la distancia requerida para no favorecer la propagación del virus. Prácticamente todos los debates que se mantienen giran sobre este apartado: distanciamiento entre usuarios en espacios comunes, limitación de aforo y en el caso de las piscinas, natacion por calles.
Una incógnita en las piscinas de el Bierzo
Los Ayuntamientos de la comarca, todavía no han informado de la decisión al respecto, ya que todavía es pronto para ello. Si lo ha hecho El Club Compostilla de Ponferrada que ha enviado una circular a sus socios advirtiendo de que las instalaciones se han mantenido y están preparadas para la temporada aunque no pueden responder a una pregunta cuya respuesta no les corresponde a ellos.
De esta manera, tanto el uso de las playas como el de las piscinas el próximo verano depende de las medidas que tomen Ayuntamientos y Comunidades acerca de su uso. Porque el peligro no está en el agua.
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