Mari Carmen Prada Cavero es una de esas caras que están en la memoria de cualquier ponferradino, este año se cumplen 39 años desde que el propietario de la Heladería La Jijonenca les propuso a ella y a su hermana vender helados en la calle durante la época veraniega.
Comenzaron en la Plaza del Cristo, delante del Teatro Adriano. “Empecé así como quien no quiere la cosa, le pedimos trabajo a Víctor (la Jijonenca). Era para unos meses nada más. Tanto me gustó que me quedé en ello, allí he estado 20 años”. Recuerda Mari Carmen. Luego el ayuntamiento les autorizó cambiar a la Plaza de Julio Lazúrtegui, pero del lado donde está Caprichos, después delante de la desaparecida Droguería Iris, mas tarde les llevaron a la esquina de la avenida de España y desde hace unos años al lado del callejón, delante de la sala de juegos, donde, cuando llega el calor, monta su cuartel general.
Si hay algo que le gusta con el paso de los años es tener clientes de diferentes generaciones en una misma familia “Vienen la abuela, la mamá y la nieta y dice la abuela: Mira cariño, yo ya traía a tu madre cuando era pequeña y ahora te traemos a ti” es me hace muy feliz” También está orgullosa de saber que los ponferradinos que viven fuera están pendientes cuando vienen de vacaciones de si ya estará el puesto de helados en la plaza, “creo que les doy confianza y me suelo acordar de sus preferencias”, dice Mari Carmen.
Para los curiosos, se venden más o menos los mismos barquillos que tarrinas, “Eso no ha cambiado con los años, tampoco los sabores “Ahora tengo 25 sabores, pero se lleva el helado de toda la vida: Nata, fresa, chocolate, vainilla, limón y turrón. Los clásicos… El que siempre se me acaba es el chocolate”, asegura.
Recuerda entre risas – Aunque en su momento pasó un buen susto – un día de calor, haciendo crucigramas, entre helado y helado, notó algo en los pies, pensó que era el cable de las cámaras, hasta que bajó la vista y vio una culebra que no sabe de donde salió, pero que estaba en sus pies, “Salí corriendo y gritando, tuvo que venir la Policía a llevársela”.
Nuestra protagonista tiene 59 años, 39 de ellos al frente de este puesto y le gustaría terminar la vida laboral repartiendo alegría y refrescantes helados en la calle. Los meses de invierno colabora con el Banco de Alimentos del Sil, también ayudando con las almohadillas en los partidos de la Ponferradina, aunque las quitaron en la pandemia, siempre que puede acompaña al equipo en sus desplazamientos fuera de Ponferrada.
Carmen asegura que es feliz en su trabajo y guarda cariño hacia todas las personas con las que ha compartido espacio. “Me traen cafés las chicas de Sfera y también los del salón de juegos, todos son majísimos, también las chicas de la Farmacia, hasta los vecinos me preguntan si quiero tomar algo o si me bajan un bocadillo”. Hace sus ocho horas y cuando hace mal tiempo cierra antes y lo compensa otros días de más trabajo.
Un año, recuerda que en las Fiestas de la Encina había autobuses que paraban en la plaza durante toda la noche que llegaban desde los conciertos que se hicieron en el Vicente del Bosque, terminó la jornada a las ocho de la mañana… Su objetivo cercano es el partido de vuelta con el Andorra y soñar con el ascenso de “Su” Ponferradina, trabajará hasta tarde si la gente viene a bañarse a la fuente, “pero lo haré encantada”, se ríe.
