La jefa del servicio territorial de Cultura, Amelia Biaín, ha firmado el acta de inicio de las obras de restauración de la espadaña de la iglesia del Monasterio de San Miguel de las Dueñas que supondrá una inversión de 42.176 euros, financiados por la Dirección General de Patrimonio con fondos desconcentrados a la Delegación Territorial. El plazo de ejecución es de tres meses.
La espadaña objeto de intervención se levanta sobre el muro meridional de la nave de la iglesia del monasterio. Se compone de un cuerpo inferior de mampostería de piedra careada, sobre el que se alzan dos cuerpos de cantería concertada de granito gris, de sección y altura decreciente en altura. En el cuerpo intermedio se abren dos huecos de campana y en el superior uno, rematados con arcos de medio punto. Los esquinales de los dos tramos superiores están decorados con pináculos piramidales o de bolas y la espadaña está coronada con un frontón curvo.
Esta intervención responde a que el pasado 30 de junio del 2020 un rayo impactó en la espadaña, ocasionando el derrumbe del pináculo superior y parte de la cornisa curva del frontón. Los daños en la cubierta de la nave de la iglesia fueron cuantiosos y se procedió a su restauración de manera urgente para evitar las filtraciones de agua al interior del templo.
A raíz de aquella actuación, se han detectado las siguientes patologías en la espadaña que serán abordadas por las obras que hoy se inician:
– Derrumbe de la veleta, pináculo superior y parte de la cornisa curva del frontón de remate.
– Presencia de vegetación arbustiva en los lienzos y vanos de la espadaña, con proliferación de líquenes y musgos en la fachada norte.
– Presencia de materiales semidesprendidos o arenizados, detritus y excrementos en las cornisas.
– Fuerte erosión con pérdida de geometría debido a su alta exposición a los agentes climáticos de las cornisas superiores e inferior de la torre.
– Filtraciones de agua de lluvia al interior del edificio.
MONASTERIO DE SAN MIGUEL DE LAS DUEÑAS
El edificio está declarado BIC por el Decreto 99/1992 de la JCyL. Se trata de la Comunidad religiosa viva con fundación más antigua de las existentes en El Bierzo. Situado en la ribera del río Boeza, se debe su origen al noble Gonzalo Bermúdez y su esposa Ildonza, que levantaron en el lugar a finales del siglo X el monasterio femenino de San Miguel de Almázcara. En el siglo XII fue restaurado por la infanta Sancha, hija de Raimundo de Borgoña y de la reina Urraca y hermana de Alfonso VII, quien lo dispone bajo la protección del abad de Carracedo y el Cister, orden de obediencia a la que todavía hoy pertenece.
Entre los años de 1506 y 1530 las religiosas fueron trasladadas al monasterio también berciano de Villabuena, del que retornaron cuando el río Cúa lo inundó, para continuar en su casa originaria hasta el presente. En el siglo XVI dejó de pertenecer a la protección de Carracedo y pasó a la Congregación de Castilla.
El monasterio primitivo sufrió diversas deficiencias a lo largo del tiempo, de manera que en el siglo XVII se reconstruyeron la iglesia (1690-1695) y el claustro de la portería (1683). A partir de 1741 se rehicieron el claustro seglar (fue proyectado por el maestro de la catedral de Astorga Gaspar López, aunque no se concluyó hasta 1803), el capítulo, las escaleras (1756) y las celdas y a comienzos del siglo siguiente la cerca, el atrio y su portada y la fachada de la portería.
Importantes daños y expolios conoció el monasterio con la Francesada y la Reforma Liberal. Finalmente, determinadas zonas del claustro seglar fueron reconstruidas en el siglo XX tras el incendio que sufrió en 1903.
Se encuentra rodeado por una cerca de canto rodado y se accede al interior por una portada apilastrada de comienzos del siglo XIX. Del monasterio medieval apenas quedan unos sencillos restos a los pies del templo y la portada de la sala capitular, de estilo románico con cuatro arquivoltas decoradas con motivos vegetales y animales. En el interior piezas sueltas de la misma época como un león mutilado, la Virgen Majestad y relieves de Santiago, San Juan y San Pedro y tres evangelistas.
El conjunto del monacato mantiene una cierta unidad arquitectónica por su austeridad constructiva, como corresponde a la arquitectura conventual de la época, que a partir de la piedra elabora con gran sobriedad toscana pilastras, cornisas, arquerías, etc. El valor barroco se encuentra en la retablística y elementos ornamentales, como rejas, puertas, relicario, sillerías, cajoneras que junto con la escultura, pintura, orfebrería y telas conforman un espacio de gran riqueza patrimonial y verdaderamente representativa de un monasterio de la Edad Moderna de los siglos XVII y XVIII.
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