Una feroz crítica al machismo ibérico bajo el cristal del esperpento. Este divertidísimo esperpento retrata una España de principios del siglo XX en la que Valle critica los prejuicios morales de la pérdida del honor por “los cuernos”; logrando con suma ironía burlarse de sus propios personajes y de sus comportamientos de folletín sainetero, en una parodia satírica sin precedentes, que provoca risas crueles y desatadas sobre la tradición machista de los españoles.
Viernes 1 de febrero 20:30h En el Teatro Bergidum
Este divertidísimo esperpento retrata una España de principios del siglo XX en la que Valle critica los prejuicios morales de la pérdida del honor por “los cuernos”; por eso pretende, y logra con suma ironía, burlarse de sus personajes y de sus comportamientos de folletín sainetero, en una parodia satírica sin precedentes, que provoca risas crueles y desatadas sobre la tradición machista de los españoles.
La historia narra como el teniente Astete -don Friolera-, recibe un anónimo avisándole de que su mujer le engaña. Vuelto loco por los celos que siente de su frívola mujer, doña Loreta, tentada por un chulapo de medias tintas y vecino, el barbero Pachequín, e instigado por un malintencionado vecindario, trama tomar venganza. La hija de ambos, Manolita, entra en escena justo cuando el supuesto “cornudo” va a matar a los inocentes amantes, amansando las iras de su padre. Sin embargo la presión de sus colegas militares le ofusca en lo más hondo de su orgullo, y recurriendo a un ancestral código del honor, y pistola en mano, se conmina a cometer el crimen, al grito de “¡En el cuerpo de carabineros no hay cabrones!”
Hace Valle también un repaso del ambiente del hampa y clases populares, de la connivencia de los contrabandistas y oficiales del ejército, en definitiva un retrato despiadado de la deteriorada consistencia moral de la sociedad española y del ambiente de frustración tras la pérdida de las Colonias. Reniega también Valle del conservadurismo intelectual y político de su época, de la mojigatería religiosa, y de la conservadora y altiva tradición literaria española desde Calderón a sus días. En palabras suyas: “En la literatura aparecemos como unos bárbaros sanguinarios. Luego se nos trata, y se ve que somos unos borregos.”…
Pero sobre todo ese pesimismo Valle descarga su más poderosa arma de seducción, la risa. Una risa diabólica que resuena sobre nuestras cabezas, que no podemos contener desde el principio al fin del disparatado “esperpento”, que nos sana de cualquier afección, una risa eterna y anárquica con la que él mismo da ejemplo: “Todo nuestro arte nace de saber que un día pasaremos. Ese saber iguala a los hombres mucho más que la Revolución Francesa. Soy como aquel pobre, que al preguntarle el cacique qué deseaba ser, contestó: Yo, difunto”; la cósmica risa del Esperpento.
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