En lo alto del Bierzo Alto, entre montes ásperos y silencios largos, se encuentra Matavenero. Un lugar fuera del tiempo que en los años noventa se convirtió en refugio de buscadores, nómadas y espíritus libres. Allí, en una aldea prácticamente abandonada y repoblada por el movimiento Rainbow en 1989, encontró cobijo Robe Iniesta, líder y alma de Extremoduro, en uno de los momentos más decisivos de su carrera y de su vida.
El músico plasentino llegó a Matavenero cuando Extremoduro atravesaba una etapa de ruptura e incertidumbre. Lejos de los focos, del ruido de la industria y de las giras, Robe se integró en el ambiente hippie y comunitario de la aldea berciana, un entorno que favorecía la introspección, la convivencia y la creación sin prisas. Allí, entre pallozas, guitarras y noches interminables, volvió a escribir, a imaginar y a reconstruirse.
Pedrá: una canción nacida en el aislamiento
De aquel retiro nació Pedrá, un disco singular incluso dentro de la propia historia de Extremoduro: una única canción de casi treinta minutos, cruda, poética y salvaje, publicada por Discos DRO. Más que un álbum convencional, Pedrá fue una declaración de intenciones, un ejercicio de libertad creativa que reflejaba tanto el aislamiento geográfico como el estado emocional de su autor.
Pero Matavenero no fue solo el origen de Pedrá. Tal y como se recoge en el vídeo realizado por Juancaraes, en la aldea también comenzaron a tomar forma las canciones que acabarían componiendo Agila (1996), uno de los discos más importantes del rock español.
En las imágenes y audios del reportaje pueden escucharse maquetas grabadas en Matavenero de temas como “Todos me dicen”, “Buscando una luna” o “Ábreme el pecho y registra”. Canciones que aún estaban en bruto, pero que ya contenían la fuerza lírica y musical que marcaría a toda una generación.
Siempre quedará la duda —y el mito— de si “So Payaso”, incluido también en Agila y convertido con el tiempo en uno de los grandes himnos de Extremoduro, nació también en el Bierzo, entre montes y silencio.
Reconstruir Extremoduro desde una aldea
Matavenero no solo fue un lugar para componer: fue el punto de partida de una reconstrucción total de Extremoduro. Desde allí, Robe volvió a levantar la banda tras la disolución de su primera formación. En apenas un mes fichó a Milindres y a Capi, dando forma a una nueva etapa del grupo que acabaría alcanzando una popularidad masiva.
Este proceso lo relata el propio Robe en una entrevista radiofónica que también se incluye en el vídeo, donde explica cómo, desde aquel rincón remoto del Bierzo, volvió a poner en marcha una de las bandas más influyentes del rock en castellano.
Se recuerda en el vídeo las buenas relaciones que tenía Extremoduro con el Colectivo Pro insumisión de León, colectivo para el que dio un concierto el 27 de noviembre de 1993. También la relación personal con Biri, persona que hizo durante años todo el merchandising de la banda.
El valor del testimonio: Juancaraes
El reportaje audiovisual que rescata esta etapa lleva la firma de Juancaraes, alias de Juan Carlos Ramos, periodista, creador de contenido y uno de los grandes cronistas del universo Extremoduro. Natural de Plasencia, Juancaraes mantiene una relación cercana con Robe Iniesta, a quien ha entrevistado en varias ocasiones, y se ha convertido en una voz de referencia para los seguidores de la banda.
Su trabajo no solo documenta hechos, sino que preserva la memoria emocional de Extremoduro, aportando contexto, archivos sonoros y relatos que ayudan a comprender mejor la dimensión humana y creativa de Robe.
Matavenero, mucho más que un escenario
Hoy, Matavenero sigue siendo símbolo de vida alternativa, autogestión y resistencia cultural. Para los seguidores de Extremoduro, es además un lugar casi mítico, el punto exacto donde el silencio del monte se mezcló con la poesía eléctrica de Robe Iniesta.
Porque antes de los estadios llenos y los himnos coreados por miles de gargantas, hubo una aldea olvidada en el Bierzo. Y allí, lejos de todo, Extremoduro volvió a nacer.
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