La casa de comidas decana de Ponferrada, cierra sus puertas definitivamente. El último día, será el sábado 28 de diciembre. “Hoy firmé, ya no hay vuelta atrás” asegurá Gelo, refiriéndose a los papeles de la jubilación.
En estas cuatro décadas, poco ha cambiado en las paredes de la Bodega El Fielato, los murales hechos por ‘Machaca’ continúan en su sitio, los abalorios y antigüedades que cuelgan de sus paredes, recortes enmarcados de Bierzo 7 y de la Crónica de León, fotos y cuadros llevan siendo los mismos durante décadas. También son los mismos, aunque con unos años más, Mari y Gelo, el propietario, que nos recibe con una bata azul de médico que recuerda más a Hannibal Lecter que al encargado de un mesón.
El jueves por la noche, en su antepenúltima cena, el Mesón estuvo repleto de público formado por parroquianos nostálgicos, familias y un buen porcentaje de periodistas. “Llevamos una semana que no paramos, para cenar mañana y el sábado ya imposible, para comer, queda algo de sitio, pero poco” asegura Ángel. La noche del jueves, fue una más, de los más de 2.000 jueves que han pasado desde la apertura de El Fielato. A lo largo de este tiempo, han pasado muchas generaciones de bercianos por sus mesas de madera a disfrutar de platos elaborados por Mari.
Tortilla (excelente), champiñones a la plancha, chichos, riñones, ensalada y como no, lacón con pimientos, tapa que aseguran que la inventaron allí, ¿Quiénes somos nosotros para discutirlo? Postres caseros, café de puchero con su orujo y los más atrevidos Caipirinha, algo que como el periodista Toño Criado recordaba, “Era algo exótico que muchos probaron por primera vez allí”.
Mari reconocía ayer estar cansada de pelar patatas, aunque las tortillas sigue haciéndolas con el mismo cariño. Gelo está contento con el cierre de ciclo, aunque lo dice con la boca pequeña. Es lo que ocurre cuando tu negocio va más allá de ser tu lugar de trabajo y se convierte en tu lugar de disfrute. “Aquí casi siempre se acaba cantando”.
La semana que viene, emprenden viaje hacia Brasil, donde vive la familia de Mari, una jubilación idílica, si no fuera por “los bichos, las pitas… Hay que volver a darles de comer…” Gelo nos dice que el Mesón se va a quedar tal cual. Como lugar para las reuniones de familia.
Son más de las dos de la madrugada, salimos del Mesón con una helada que cubre los coches de la angosta calle Camino Sarria con la invitación exclusiva para asistir a la fiesta que va a celebrar el domingo en el antiguo matadero de Ponferrada, local de la AAVV del Puente Boeza. Un lugar perfecto para despedir a sus amigos y clientes. “ahí sólo con invitación, dejadme el tfno, que voy a confirmar uno a uno”. Genio y figura.