Esta hilarante versión de Blancanieves lleva, sin duda, el sello de la compañía de La Chana Teatro, compañía salmantina que desde 1987 mantiene una forma propia de contar historias tocando muchos palos pero teniendo siempre como protagonistas al objeto, la palabra, el espacio y la interpretación, y que ha viajado por medio mundo con su peculiar concepto narrativo, con el humor siempre presente.
Situada en un contexto romántico y apta no solo para la infancia sino también para todo tipo de público, su relectura del clásico Blancanieves sucede “hace muchos, muchos años / exactamente un montón / en una remota región” y mantiene la técnica del teatro de objetos, en este caso lámparas y candelabros que hacen las veces de títeres. Es una obra pensada para
niños, por lo que no emplea muchas metáforas ni conceptos difíciles ya que “me apetecía hacer algo de jugar mucho y pensar poco”, explica Jaime Santos, autor de la pieza e intérprete que da vida a los personajes.
Tras sus brillantes y originales versiones del Lazarillo o del cervantino Licenciado Vidriera en Gaudeamus, La Chana se adentra ahora en la terrorífica historia de Blancanieves contada de otro modo: desde el verso, el juego, los objetos y el humor que nace de las situaciones más desgraciadas. Blancanieves, la luz más refulgente, es odiada y envidiada por su madrastra, una hermosa lámpara que a pesar de su belleza no emite luz. Y allí donde está la luz está la pureza que encandila a las almas nobles.
Estamos ante un espectáculo “luminoso” para toda la familia en el que la crítica especializada destaca la sencillez escénica, la calidad de los textos, la inteligencia en la puesta en escena, el minucioso trabajo con los objetos y la calidad interpretativa.
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