El Botillo del Bierzo ha cumplido un cuarto de siglo amparado por la Indicación Geográfica Protegida (IGP), un sello que ha avalado la venta de 6,5 millones de piezas y ha generado una facturación global de 40 millones de euros. El presidente del Consejo Regulador, Óscar Ramos, hizo balance este lunes de este aniversario, destacando el éxito de la trayectoria pero señalando que el principal desafío futuro sigue siendo “desestacionalizar su consumo”.
Ramos recordó los orígenes de esta distinción europea, que se remontan a 1994, cuando un grupo de empresarios del sector, conscientes de la singularidad del producto, inició los trámites para conseguir el reconocimiento. “Constituimos una promotora para trabajar y demostrar que el botillo era merecedor de ese sello, que conseguimos en junio del año 2000”, explicó.
De las 13 industrias cárnicas que iniciaron esta “aventura”, en la actualidad siete continúan adheridas a la IGP. Juntas dan empleo directo a 300 personas y producen anualmente alrededor de 330.000 botillos que llevan la garantía de calidad y origen de la contraetiqueta.
A pesar de las impresionantes cifras, el presidente del Consejo Regulador subrayó que el objetivo prioritario es romper la estacionalidad que tradicionalmente asocia el consumo del botillo a los meses de otoño e invierno. El reto es promover su disfrute durante todo el año, asegurando así una actividad más estable para el sector y consolidando el crecimiento de un producto que, durante 25 años, ha sido un emblema gastronómico de la comarca de El Bierzo.




