La de ayer, era una noche de Navidad con la que el fotógrafo Amalio fernández, el genio ponferradino de la fotografía bajo la niebla, hubiera disfrutado sobremanera. Son las 21h. Una veintena de ‘Ramonianos’ se agolpan en la puerta de la Sala La Vaca, que junto con El Tararí siguen peleando por mantener la cultura de los directos viva en nuestra comarca. El volumen de público en la entrada, el frío y la humedad reinante, hacen pensar por momentos que el concierto se va a cancelar, pero a medida que se acerca la hora, la sala va cogiendo color y finalmente se llena, sin grandes agobios, cosa que es de agradecer. Un público ecléctico y que mayoritariamente supera los 40 y posiblemente algún quinto de Marky que ya calza 64 añazos.
Debe de ser muy práctico tener diferentes bandas para seguir dando guerra en la carretera, eso es lo que hace Marky que hace medio año estuvo en León con una agrupación totalmente diferente.
Marky Ramone, el único miembro vivo de Los Ramones continúa en activo, demostrando que la fuerza del punk más arrollador de la ciudad de los rascacielos sigue vigente. La puesta en escena no puede ser más setentera: Batería en el altar central, elevada para recordarnos por quien estamos reunidos allí y amplificadores londinenses Orange de válvulas en los flancos. A la voz el gasteiztarra Pela (Sumisión City Blues), un bajista con acentuado flequillo y a la guitarra un joven cuyo aspecto y solos de guitarra lo encasillaban más en una banda heavy que en el origen del punk. Pero la fórmula funciona y el directo convence.
Es de agradecer que los desparrames de los originales Ramones no se repitan en esta secuela. Con puntualidad británica, a las 22h llegaban al escenario ahorrándose el Buenas noches. ‘One, two, one, two, three, four’ y guitarras a fuego. El punk es así, no admite concesiones a complicidades con el público.
RockawayBeach es el tema elegido para comenzar el show. La batería de Marky actúa de columna vertebral de la joven banda, imprimiendo el ritmo necesario para que el público comience a disfrutar, una vez pasados los ‘selfies’ de rigor durante las primeras canciones.
Sin apenas respiro pasan por el escenario 26 temas de la banda neoyorquina a la que Marky llegó en los setenta desde un grupo del incipiente heavy metal de la época, pero que se integró en ella sin problema, siendo desde ese momento, parte indivisible de Los Ramones. Ahora tras desaparecer el resto de componentes, Marky ha editado una biografía: Punk rock blitzkrieg, Mi vida con los Ramones’, posiblemente más realista que la que en su momento publicó Johnny.
En su biografía, Marky cuenta sin tapujos interioridades de la banda como que Joey apenas se lavaba y que padecía de transtorno obsesivo-compulsivo, que Johnny era antisemita y racista o que Dee Dee era cleptómano, heroinómano. A pesar de ello, consiguieron estar juntos en la carretera durante dos décadas.
Pero volvamos a la actualidad, estamos finalizando 2016 en una sala de conciertos en Ponferrada y con una leyenda del punk sobre el escenario. Los temas caen contundentes como el martillo de la herrería de Compludo: Lobotomy, Psychotherapy, Do you wanna Dance, i’Don’t Care, Sheena, Havanna Affair, Rock and Roll Highschool, Miracles…Cerrando el set de veintiséis canciones con Pinhead.
El previsto bis, saca a la banda a escena de nuevo con Something to do, R’N’R Radio, Needles, Glad to see u go, Crein Hop y Ramones, así, sin descanso. El público ya está en éxtasis y la cerveza empieza a salir disparada por los aires ante el escenario.
Es hora del segundo bis que golpea sin piedad a los más religiosos: California Sun, Wonderful World, The Chirstmas Song y cerrando: Hey Ho, Let’s Go. La ceremonia ha acabado, podéis ir en paz.
PD: Nosotros también pensamos que el ‘pelazo’ de Marky es pelucón, pero nos da igual. Lo hemos pasado bien.