Estamos en el año 2037. La Comunidad Europea ha desaparecido y en España se vuelve a pagar con pesetas. El gobierno populista del Partido del Pueblo opta por solucionar la dramática situación de las arcas del Estado vendiendo Las meninas de Velázquez a una monarquía petrolera. Este es el punto de partida de La autora de Las meninas, un texto de Ernesto Caballero que protagoniza Carmen Machi y que llega al Bergidum el próximo jueves, 9 de noviembre a las 21h, dentro del programa del Plan Platea del Ministerio de Cultura.
En un futuro no muy lejano la crisis financiera que sacude a Europa obliga al Estado español a desprenderse de buena parte de su patrimonio artístico. Ante la posibilidad de la venta de Las meninas, una afamada monja copista recibe el encargo de realizar una réplica exacta del original velazqueño. A partir de este momento, la religiosa se va a ver atrapada en una encrucijada de diversos intereses que propiciarán una radical transformación en su personalidad, una suerte de posesión demoníaca.
La autora de Las meninas es una sátira distópica que reflexiona sobre la creciente exaltación de la subjetividad individual así como el lugar que ocupa la expresión artística en nuestro tiempo. La obra presenta una hipotética sociedad liberada finalmente de toda necesidad artística o humanística; el sinsentido de una actividad improductiva es asumido abiertamente por las formaciones políticas tanto de la izquierda como de la derecha, coincidentes en el cuestionamiento de una inversión superflua y onerosa desde una nueva concepción del bienestar social. Ángela, la protagonista de esta fábula sobre la vanidad, se resiste a aceptar la democratización indiscriminada en todos los ámbitos del quehacer cultural; el derrumbe de la autoritas referida al arte y al conocimiento, el advenimiento, en fin, de un nuevo paradigma que sitúa y equipara en el mismo canon una pegadiza canción del verano con, pongamos por caso, el Réquiem de Mozart
Marcos Ordóñez escribió que la obra es una afilada “sátira distópica”, muy juglaresca, con un punto de excesivo didactismo pero con mucha zumba (…) Sor Ángela es un papel ideal para la Machi. En Londres, la bordaría Imelda Staunton; en París, Josiane Balasko. Aquí, bien secundada por Mireia Aixalà y Francisco Reyes, da un verdadero recital. Hay que verla moverse por escena como una dinamo, ingenua, irónica, tierna, feroz, enloquecida, como la monja de Melocotón en almíbar de Mihura, pero con speed en vez de sirope. Hasta cuando es abstracta tiene verdad: ahí quedan, en lo alto, esos portentosos microgestos al ritmo de Baby Elephant Walk, de Mancini, cuando la sensualidad entra en su cuerpo como una brisa. Y poseída luego por Walter Benjamin (y por Rafaela Aparicio), y danzando en puro trance;
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