“Las cosas extraordinarias” parece una obra sencilla en primera instancia, pero crece decididamente en su complejidad cuanto más se bucea en su estructura. Esa lista las cosas por las que vale la pena vivir crece también conforme el personaje se convierte en adulto. Estamos ante una de las obras más emotivas y originales que se hayan escrito sobre un tema tan complejo como la depresión, en la que lo dramático se convierte en positivo, emotivo y divertido.
Con una puesta en escena interactiva en la que la participación de los asistentes es esencial ya que, a invitación del narrador, van desgranando esa lista de cosas extraordinarias para ayudarle en la narración y algunos asumen distintos personajes que van complementando el relato. De esta manera el público se vincula a él ayudándolo y acompañándolo. La obra, pues, comienza como un monólogo que se va construyendo con la participación activa del público, convirtiendo la propuesta en un proceso colectivo poco usual, original y con un punto de entrañable que se consigue, precisamente, por implicar e involucrar al público en la historia y convirtiéndolo en cómplice de la acción.
Una pieza que aborda temas espinosos – la depresión, el suicidio, las crisis vitales…- desde un luga cálido, amable, tierno, a veces hasta cómico y sin caer nunca en la lágrima fácil o el melodrama. Habla de lo pequeño, de lo íntimo y de lo cotidiano, para poner el foco, casi sin que lo parezca, en problemas y cuestiones mucho más grandes.
Brays Efe, convertido en un icono por su papel en Paquita Salas, protagoniza una función en la que, dice la crítica, “no para, se infiltra entre las butacas, se recorre el proscenio, es actor principal y secundario, colega, amigo e intérprete de todos y cada uno de los espectadores en esta espléndida función, catártica, triste y disfrutable en cada segundo”.
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