Una de las leyendas de la noche ponferradina, Óscar del Morticia, cierra el año con una reflexión en voz alta en sus redes sociales. Y es que Óscar Morticia no pincha música: la vive. Este final de año lo hace con una reflexión que resume más de cuatro décadas detrás de una cabina, 41 años ininterrumpidos como DJ —o pinchadiscos, como a él también le gusta decir— convirtiéndose en el profesional más longevo en activo del Bierzo.
Conocido como “aquel punky del Metropolis”, Óscar reivindica una manera de entender la música y las sesiones muy alejada de modas, algoritmos y listas previsibles. “Sé que muchos no entienden mi forma de pinchar”, reconoce, “porque en diez minutos puedo pasar por tres o cuatro estilos distintos”. Y no lo dice como disculpa, sino como bandera.
Su filosofía es clara: la música no debe obedecer a un orden impuesto ni a expectativas ajenas. Sisters of Mercy puede dar paso a Bunbury, Muse, Corcobado o Volbeat, y después a Kinky Boys sin previo aviso. Para él, esa imprevisibilidad es precisamente el alma de una buena sesión. “Si sabes de antemano qué va a sonar después de una canción, es que hace tiempo que se perdió el interés por pinchar”, afirma con contundencia.
Criado musicalmente entre Bauhaus, Joy Division, Echo & The Bunnymen, The Jesus and Mary Chain, Parálisis Permanente o La Casa Usher, Morticia reconoce que el sonido siniestro es su hogar natural. Pero nunca fue una frontera. Punk, rock, ska, indie o incluso pinceladas de metal conviven en su universo musical. “Pensándolo bien, al final todo es rock”, resume.
Esa apertura es la que ha marcado una trayectoria en la que ha pinchado con cintas de cassette, vinilos, CDs y ahora ordenador. Lejos de renegar de lo digital, lo abraza: le gusta ver los videoclips de lo que pincha porque cree que ayudan a conectar mejor con quien escucha. La tecnología, para él, es una herramienta más al servicio de la emoción.
Óscar tampoco busca elogios ni reconocimientos. Es consciente de que su estilo descoloca a algunos y enamora a otros, y ambas cosas le parecen naturales. Lo que sí le emociona es ver a la gente “sazaneando” en el Morticia, móvil en mano, intentando descubrir qué canción está sonando. “Eso no molesta, al contrario: significa que realmente te interesa lo que escuchas”, confiesa.
Hoy, entrar en el Morticia es aceptar el viaje. Puedes encontrarte con Baboon Show, Eisbrecher, Víctor Coyote, Florence and the Machine, Dropkick Murphys o Maniobras Orquestales sin previo aviso. Porque esa es su esencia: no saber qué sonará después, ni siquiera él mismo.
Tras 41 años de cabina, Óscar Morticia sigue demostrando que pinchar música no va de controlar, sino de sentir. De vivirla. Y de no dejar nunca de sorprender. 🎧🖤
