Endesa, entonces empresa estatal, tenía en Compostilla II uno de sus emblemas energéticos. Alimentada a carbón, la planta emitía toneladas de CO₂ a la atmósfera, pero también proporcionaba empleo, estabilidad y vida al Bierzo. Era el corazón oscuro de una comarca con alma minera.
Consciente de la creciente sensibilidad ambiental y queriendo mejorar su imagen, Endesa decidió crear, junto a la central, un pequeño parque zoológico. No fue un proyecto faraónico, sino una idea sencilla pero insólita: un espacio ajardinado con estanques, puentes, sombra de árboles y animales que pudieran convivir a la vista de vecinos y visitantes.


Allí se instalaron gamos, corzos, pavos reales, patos, faisanes o palomas, también en el agua diferentes peces. Y una estrella insólita: una macaca llamada María, conocida cariñosamente como La Mona María por toda la comarca.

Un secreto compartido
Para los niños de Cubillos del Sil, el zoo fue un secreto mágico. No aparecía en las guías turísticas, ni en los folletos de Endesa, pero era parte del paisaje emocional de varias generaciones. Las jaulas a pie de carretera –que aún siguen en pie, oxidadas y vacías– eran una parada obligatoria los domingos en familia o a la vuelta de un día en el Pantano de Bárcena. Algunos llegaban en bicicleta, otros caminando desde pueblos cercanos.


El zoo sobrevivió al cambio de siglo, al crecimiento de la conciencia animalista y al avance de las renovables. Pero no sobrevivió al declive del carbón.
El silencio de las jaulas

A partir de la privatización de Endesa en los años 2000, y con el cierre progresivo de las minas en El Bierzo, el mantenimiento del zoológico se fue diluyendo. Algunos animales murieron, otros fueron trasladados. Los que quedaban –sobre todo los herbívoros– siguieron allí, sin vigilancia ni cuidados veterinarios.
En 2017, asociaciones locales denunciaron el abandono del recinto. Un gamo, atrapado en un canal seco, agonizó con una pata rota ante la impotencia de quienes aún se preocupaban por lo que una vez fue un símbolo.


Hoy, el mini-zoo de Cubillos del Sil está deshabitado. Los estanques son charcos verdes, los puentes de madera están podridos, las jaulas oxidadas. Pero sigue en pie, como esperando que alguien lo vea.
Esperanza en la niebla
En 2020, Compostilla II fue desconectada definitivamente. La gran chimenea, símbolo del carbón durante más de medio siglo, ya no escupe humo. Se habla de hidrógeno verde, de turismo sostenible, de reconversión industrial. Se habla mucho.
Mientras tanto, el zoo duerme.


Tal vez no vuelva a ser un recinto con animales. Quizás deba reinventarse como jardín botánico, como aula medioambiental, como memoria viva de lo que fue. Porque el zoo de Compostilla no fue solo un puñado de jaulas; fue un intento, ingenuo pero honesto, de reconciliar naturaleza e industria, infancia y acero.
La Mona María ya no está. Pero quienes la vieron reír aún la recuerdan. Y en un rincón del Bierzo, donde el humo ya no tapa el sol, algo parecido a la esperanza sigue latiendo.

